Kolja Kohlhoff / Michael Lüthy
Febrero de 2003
Ante una fotografía que muestra las
manos de una anciana, los más desproveídos expresan
una emoción más o menos convencional o bien una complicidad
ética, pero jamás un juicio propiamente estético:
Mire, tiene las manos extrañamente deformes
Tuvo
que trabajar duro la abuela
(trabajador, Paris). A medida
que se asciende en la jerarquía social, las respuestas se van
tornando cada vez más abstractas. Adquieren algo de la neutralización
y el distanciamiento que el discurso burgués sobre el mundo
social supone y construye: Me parece una foto muy bella. Es
un verdadero símbolo del trabajo. Me hace recordar la vieja
sirviente de Flaubert.
Lástima que el trabajo y la miseria
deformen de esa manera (ingeniero, Paris).
Pierre Bourdieu: La distinción
Una estetización progresiva abarca todos los aspectos de la vida,
desde el manejo del propio cuerpo, pasando por la forma como planeamos nuestras
vidas, hasta la transmisión de contenidos políticos. No se
trata tanto de que la realidad misma devenga estética, sino de un
acceso al mundo, que se presenta crecientemente estetizado. La utilidad
y el valor de uso de un objeto o de una actividad no son de primordial importancia;
decisivo es el grado de intensidad vivencial que ofrecen. Según el
sociólogo cultural Gerhard Schulze, la sociedad occidental se ha
convertido en una sociedad de lo vivencial, que juzga el mundo a partir
de su capacidad de provocar estímulos. Los productos ya no se consideran
medios para un fin, sino fines en sí mismos. Nos han de satisfacer
independientemente de su aplicabilidad, la que pasa a ser un asunto secundario,
un accesorio. Ya hace algunos años, el filósofo Wolfgang Welsch
constataba estas tendencias y concluía que si todos los aspectos
de la vida incluyen un afán estetizante y la realidad misma se presenta
crecientemente como una construcción estética, el pensar y
el actuar también deberían devenir estéticos. Como
ventaja de este desplazamiento de la estética al dominio de la razón
y de la pragmática Welsch resalta la pluralidad, la complejidad y
la flexibilidad de lo estético: según él, lo
estético hace referencia, no tanto a la belleza, sino sobre
todo a la moldeabilidad de nuestras interrelaciones. Lo que se tiende a
reprimir, sin embargo, en el transcurso de este desarrollo, no son solamente
las dimensiones pragmáticas de nuestra relación con el mundo,
sino sobre todo la realidad social y las estructuras económicas que
necesariamente anteceden, posibilitan o incluso obstruyen nuestra (in)capacidad
vivencial.
Esta estetización del mundo de la vida tiene consecuencias inmediatas
para el arte. La diferenciación entre arte y no-arte se hace cada
vez más difícil, concretamente, por ejemplo, entre fotografía
artística y publicidad, pero también entre eventos de toda
clase y acciones artísticas, entre servicios clásicos y servicios
artísticos. Incluso se hace imaginable la desaparición del
arte: un mundo completamente estetizado sería simultáneamente
un mundo sin arte. Con la abolición de la diferencia entre arte y
vida desaparecería también el arte mismo. Sin embargo, este
límite vago entre arte y no-arte abre asimismo posibilidades para
ampliar masivamente la pretensión y el alcance del arte mucho
más allá de sus espacios tradicionales. Al arte se le hace
posible intervenir directamente discursos no-artísticos (políticos,
económicos o sociológicos) o, a la inversa, apropiarse de
ellos, incorporarlos. Si se abre a las micro-fenomenologías, espacios
y culturas de sociedades contemporáneas, entonces la borrosa línea
que separa las actividades artísticas de las no-artísticas
no se percibirá como un déficit, sino como un potencial creativo,
como el punto clave. Porque si hoy en día el arte se traslada del
taller, la galería y el museo al espacio público, ya no es
para instalar bulevares de esculturas. No se producen artefactos, sino que
se ponen en marcha procesos abiertos que involucran directamente al dominio
público. Los conceptos artísticos participativos, intervencionistas
y colaborativos se diferencian del arte antiguo en el espacio público
en que no buscan desencadenar un conflicto con el dominio público,
sino trabajar junto con él de una manera constructiva. El arte se
aproxima a la prestación de servicios, hace ofertas atractivas y
bienvenidas.
Hasta qué punto es posible determinar un potencial crítico,
reflexivo, depende del procedimiento individual. daily services utiliza
en forma entrecruzada dos tipos de estrategias. No se detiene en el gesto
neo-duchampiano, declarando un servicio determinado como arte, sino que
combina este posicionamiento con un intercambio entre contextos sociales
y culturales completamente distintos. Acciones como tirar de un rickshaw*
o lustrar zapatos no pueden ser estetizadas simplemente. En ellas se halla
inscrita una jerarquía social y económica entre productor
y consumidor, de tal manera que una percepción estética
el goce del lustrado de zapatos como evento se desenmascara como
represión del factor social. El límite vago entre arte y no-arte
se manifiesta como incomodidad, el deleite deviene un cuestionamiento moral.
* lamentablemente no hay una palabra descriptiva para "rickshaw"
en español. Se trata de un vehículo de tracción humana
utilizado tradicionalmente en oriente.